Por Manuel Polgatiz
Periodista Deportivo
Cuando los dueños del club anunciaron, allá en el caluroso mes de diciembre 2022, la contratación de un técnio proveniente de la “B” argentina, muchos, me incluyo, miramos al cielo e iniciamos una plegaria.
Otros apreciaron con espasmo e incertidumbre lo que se venía en el futuro cercano. Sabíamos que el torneo, más que un trago dulce, sería un calvario duro de llevar y digerir, tras años de tormentos y tristezas.
Lamentablemente, todos y cada uno de esos presagios se hicieron realidad, por más comentarios y ruegos que hicimos en los medios de comunicación. Pablo de Muner, debió irse hace 5 fechas atrás, pero a los controladores de O’Higgins siempre les gusta “estirar el chicle” hasta que corte por su propia elasticidad.
No voy a ocupar estas preciosas y necesarias líneas para buscar las culpas y responsabilidades, porque hoy el reto es salvarse del descenso a como dé lugar. Esta tarea inmensa solo puede ser empujada, como es usual, por los hinchas.
Nadie tiene más amor y pasión que ellos, para levantar a un enfermo terminal que ha deambulado de urgencia en urgencia y que no encuentra el antídoto a su ya crónico malestar.
Pablo de Muner, pasó con poca pena y cero gloria por la “Celeste”, aunque sí tuvo la decencia de abandonar el proyecto que “otros” le construyeron e impusieron. Vayan mis agradecimientos por este gesto, pero fue absolutamente tardía tu decisión, pues, el equipo ya no es equipo y los números en rojo te enfrentan a la temida destrucción de tus propias convicciones.