Por: Manuel Polgatiz Periodista y comentarista deportivo
Ningún técnico en el mundo, desea asumir el liderazgo de un equipo, cuando fueron otros quienes lo conformaron, principalmente por dos motivos: primero, porque te haces cargo de los profundos errores en las contrataciones y segundo, porque debe resolver, en poco tiempo, los problemas de camarín que generaron el pésimo rendiemiento.
Sin embargo, siempre existen aquellos que creen en los proyectos institucionales, que crecieron soñando vestir la “Celeste” y que cuando niño, no dejaba de chutear la pelota contra las paredes del pasaje Chipana, en población Lourdes de Ranacagua.
Victor Fuentes, asumió en propiedad la banca técnica de O’Higgins, un anhelo deseado por años y postergado absurdamente por “chantas” argentinos, que se llevaron la “guita”, mientras nos envolvían en en sus teorías metafísicas del fútbol. Nadie dijo que la tarea sería fácil, muchos menos cuando las grietas construidas por Azconzábal y su séquito, dejaron huellas profundas en las confianzas de profesionales que ingresan a la cancha.
De la horror a la transición, no hay un solo paso, sino más bien, un proceso de acomodo, conocimiento y fuerte relación con la nueva convicción para enfrentar el complejo momento. Una vez comprendido y aceptados esos argumentos, le sucede el trabajo coordinado y mancomunado, alejado de los personalismos y egolotrías que envuelven a todo camarín.
El convencimiento, el coraje y la solidaridad, son imperativos en un grupo que traza objetivos exitosos, pero si uno de estos pilares no cuenta con las vitaminas prudentes, la extinción es el fin.
Víctor Fuentes, conoce el “paño”, sabe perfectamente quién es quién en la institución. Nadie lo lleva de paseo al centro ni al mall, porque los conoce de toda la vida. El entrenador no requiere de guías para encontrar el baño en el Monsterio y ni exige al ayudante del ayudante para formar su staff.
Ante Católica y como todos en el “debut”, falló en las imprecisiones y le costó caro, empero, el equipo mostró hidalguía para reponerse, con todos los defectos y secuelas que dejó el proyecto pasado. A los porrazos y con más ímpetu que técnica, se posicionó por largos minutos en campo contrario, como muchos añoraban.
¿Triunfo moral?, NO. Pero el camino se ve, lejos aún, pero por pequeña que sea, al final del túnel, titila una luz tenue que nos invita a creer en este rancagüino joven y astuto, con amplio conocimiento y que se preparó para estar donde ahora sus propias capacidades lo ubicaron.
Mis límites de paciencia están renovados y sé que el carro no va a salir de riel.
Creo en ti Víctor, porque si algo te diferencia de tus antecesores, es el amor fiel a la sangre y no al vil dinero que los jubila a ellos y sus herencias por los tiempos de los tiempos.